En ambos lados de la desierta avenida principal, las fachadas de las casitas –la gran mayoría de un solo nivel y suelo de tierra–, están agujereadas por los impactos de los proyectiles. Las puertas, que se mecen lentamente y chirrían con la brisa de aire ardiendo, producto de los sofocantes 38 grados de temperatura, permanecen entreabiertas y con las cerraduras reventadas por las balas, al igual que las ventanas, que están rotas y con los cristales hechos añicos.